lunes, 12 de agosto de 2013

[Serie] Las Pinturas Negras de Goya: La Romería de San Isidro (9/15)

Serie 01|02|03|04|05|06|07|08|09|10|11|12|13|14|15

Autor: Goya y Lucientes, Francisco de
Título: Peregrinación a la Fuente de San Isidro, o El Santo Oficio
Fecha: 1820 - 1823
Técnica: Óleo
Soporte: Pintura mural trasladada a lienzo
Medidas: Alto: 127 cm.; Ancho: 266 cm.



La pintura a analizar será La romería de San Isidro, que era una de las siete pinturas que decoraban el comedor de la planta baja de la Quinta. Es una visión terrorífica de esta festiva celebración popular y produce la sensación de ser como una pesadilla. De manera que lo temible de la escena es la visión de la realidad, pero como algo incontrolado y, por tanto, estupefaciente.

Recuerda la fiesta del Santo Patrono de Madrid y del barrio donde se encontraba la casa. Hace referencias directas a la vida rural. Hay otros historiadores, como Santiago Sebastián, que opinan que el tema de este cuadro no ha de relacionarse con el patrono de Madrid, sino con las Saturnalias de Roma, que se celebraban en los fines de años teniendo como objeto conmemorar el feliz reinado de Saturno, dios que llevo a Italia el conocimiento de la siembra y la agricultura y que su reinado correspondió a la Edad de Oro romana. En estas fiestas mas o menos licenciosas se subvertían las clases sociales pues incluso los esclavos mandaban a sus señores como nos cuenta Ovidio en sus Fastos. Tales Saturnalias se vieron incluso como precedente de los carnavales, pues en estas fiestas licenciosas los ejércitos del imperio tomaban durante un mes como jefe supremo al soldado más bello de la tropa para al final de su grotesco mandato sacrificarlo en el templo de Saturno. Realmente no hay mucha relación con ese tema, sino más con la celebración de este día festivo y lúdico en Madrid.

Los romeros aparecen como gentes grotescas, pues mas que caras, observamos mascaras, dando la impresión de presentarnos un pueblo bullicioso e ignorante de su forma de vida sumida en la opresión. Y es que para Goya, la máscara no sirve para enmascarar o disfrazar, sino para desenmascarar y revelar el verdadero carácter del hombre. Así se encuentra el significado de las pinturas de la planta baja; se presenta al pueblo ridiculizado, sumido en una fiesta esperpéntica, dentro de una alegría falsa y ignorante de lo que ocurre a su alrededor. En consecuencia, estas imágenes, por muy fantasiosas que sean si que tienen una relación directa con la realidad que le rodea, como ya habíamos comentado.

Hay que comentar que este cuadro tiene el mismo tema que un cuadro anteriormente pintado por Goya, La pradera de San Isidro, pero tiene un diferente planteamiento motivado por una cambio de conciencia estético y social en este artista. Este cuadro es, por tanto, una manifiesta critica a la perdida de valores sociales que se somete al dirigismo del absolutismo regio.

Sabido es que en el S XVIII se hereda el concepto del vulgo como necio e ignorante. Los ilustrados entendieron que este cambio social, tan solo se podía operar mediante la instrucción, la cual, esta muy perseguida por el poder. En consecuencia, son las clases dirigentes las que desean y consiguen mantener al pueblo embrutecido, masificado y sin personalidad de grupo, a la manera que Goya lo presenta en esta imagen. Lo tenebroso del paisaje y de las luces acentúa la sensación negativa producida por los seres humanos que, como en otras obras de su periodo, se representan apilados mas que agrupados, como masas y no como armonioso conjunto de personas.

Tradicionalmente se creía que estas pinturas eran “al fresco”, hasta que ciertos historiadores aclararon que eran en realidad murales hechos al óleo sobre los enlucidos de la pared, procedimiento denominado por contraposición “al secco” y por lo tanto su arranque era de enorme dificultad. Para ello hubo que destruir los muros, lo que entraño echar la casa abajo, ya que el procedimiento “al secco”, que Goya bien pudo aprender de Pacheco, del Vassari, Pozzo e incluso de Palomino, obliga para efectuar el despegue de las pinturas a un doble trasplante, pero con el simultaneo arranque del muro cuyos restos han de ser eliminados del dorso de la capa pictórica, que una vez limpia es adherida al soporte definitivo. Esta operación fue llevada a cabo por el ya nombrado Barón d'Erlanger y le costo unos 8500 duros de los de antes, una cifra nada despreciable.





fuente: rincondelvago + museodelprado

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